Glosofobia es el término que se utiliza para definir el temor que sufren las personas de hablar en público, incluso delante de un par de personas. La boca se seca, la voz se vuelve débil hasta apenas poder ser escuchado y el cuerpo empieza a temblar. Sudoraciones, ponerse colorado o taquicardia, son otros síntomas de padecer esta fobia. Tres de cada cuatro personas tienen alguna sensación de nerviosismo cuando han de hablar delante de otras personas y se calcula que entre un 20 y un 30% de las personas en España la padecen. En el último año, un 6% de la población sufrió algún episodio de trastorno de ansiedad provocado por este miedo irracional.
La glasofobia aparece en muchas situaciones diferentes y lo sufren personas de todas las edades, desde el niño que tiene miedo de hablar delante de sus compañeros de clase al trabajador que siente pánico cuando ha de realizar una entrevista de trabajo o realizar una presentación a sus superiores. Solo la idea de hablar en público puede dejarnos congelados por el miedo lo que provoca que perdamos muchas oportunidades sociales, y laborales.
Al margen de que la práctica puede contribuir a la mejora, el miedo a hablar en público responde a una personalidad determinada que va más allá de la influencia cultural y educativa. La ansiedad que se genera es la principal reacción cuándo se ha de afrontar esa situación. Se produce en tres niveles: cognitivo-subjetivo (temor, nerviosismo, inseguridad), a nivel fisiológico (tensión muscular, temblor, sudor) y a nivel conductual (tartamudeo, dificultad de expresión, bloqueo). Las personas más propensas a padecer glosofobia son las más introvertidas, ansiosas o neuróticas pero también se da en personas con carácter obsesivo y perfeccionistas.