La evaluación de los costes en la salud mental, es un área que siempre ha tenido problemas porque se pensaba que cuando íbamos a mirar costes, no estábamos mirando lo fundamental que hay que mirar en un paciente, que es como atenderlo mejor sin tener en cuenta cuanto puede costar eso. Esta era una perspectiva que estaba muy bien desde un punto de vista ético, pero que se confrontaba con la necesidad de conocer cuales son los costes y las capacidades que tenemos de tratar los problemas.
En el caso de las enfermedades mentales, el haber estudiado este tipo de aspectos, los costes, la carga de la enfermedad, ha sido fundamental para poder establecer cuales son las prioridades de las políticas en nuestro campo. Se ha visto, y esto lo sabemos desde hace unos quince años, que las enfermedades mentales son, dentro del conjunto de las enfermedades, aquellas que generan más costes tanto para el sistema sanitario como para la propia persona y sus familias. En este sentido, sabemos además, que la mayoría de los costes que generan los llamamos costes indirectos, es decir, costes relacionados con la pérdida de trabajo. Una persona con depresión no puede trabajar a causa de la depresión y tiene bajas más largas que una persona con enfermedades físicas.
Hay otras enfermedades mentales que determinan que la persona tenga muchas dificultades de incorporarse al mercado laboral, como es la esquizofrenia grave en adolescentes o las enfermedades del desarrollo como el autismo o la discapacidad intelectual. En todos estos casos, conocer los costes y poderlos comparar con los costes de otras enfermedades como el cáncer o las enfermedades respiratorias o la diabetes, nos ha permitido realmente poner en esa liga de clasificación de enfermedades, donde estaban los trastornos mentales. Y el resultado ha sido, en todos los casos, que estas enfermedades son las que más costes producen y que, a diferencia de esta generación de costes, no tienen una financiación equivalente a sus costes. Eso lleva a un segundo punto que es el que nos plantea como cambiar el foco de prioridades en cuanto a financiación y a los fondos que da el Estado, y a plantear que mayor cantidad de esos fondos tiene que ir a problemas mentales.
¿Cual es el otro problema? Que estamos en el contexto de una crisis financiera con un enorme recorte de gastos en salud y en servicios sociales. Y nos preocupa muchísimo, que esto afecte fundamentalmente a los problemas de salud mental y que afecte más que en otras áreas de la medicina. En ello, lo que hemos hecho en este simposio es señalar cual es la importancia de estos costes y como podemos abordar el tema, para que este problema que tenemos hoy, que es como conservar el tesoro que supone el sistema de salud en España, afecte lo mínimo posible al campo de la salud mental y al campo de la dependencia relacionada con la salud mental.