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En los últimos años, los estudios científicos acerca de la relación de la microbiota intestinal (el conjunto de microorganismos que habitan en nuestro intestino) y el cerebro es un área de investigación en continuo crecimiento. Hay numerosas investigaciones que han puesto de manifiesto la existencia de una comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro, a través de lo que se conoce como la conexión eje microbiota-intestino-cerebro.
Algunos estudios indican cómo dicha conexión hace que el estado la microbiota intestinal esté vinculada a algunos trastornos mentales. Se ha observado que las personas con trastorno bipolar tienen diferencias en la composición de sus bacterias intestinales en comparación con las personas sin el trastorno. Una investigación publicada en la revista Nature analizó los mecanismos de la microbiota intestinal de personas que padecían trastorno bipolar y su comunicación con el sistema inmune, demostrando que este binomio resulta un pilar fundamental para descubrir nuevas terapias y mejorar el manejo clínico de estos pacientes.
Óscar Fraile, Biólogo Sanitario por la Universidad de Alcalá y especializado en Medicina Traslacional por la Complutense, ha hablado sobre esta conexión en el episodio 23 del podcast Psiquiatría Today. Su última publicación está centrada en el eje cerebro-intestino y su implicación en el trastorno bipolar.
Según Óscar Fraile, “este eje es fundamental para entender la relación cuerpo-mente, que funciona a través de tres grandes vías: neurológica y nerviosa, inmunológica y endocrina”.
¿Cómo funciona la comunicación entre el cerebro y el intestino?
El intestino envía información al cerebro acerca de qué comemos, si hemos obtenido los nutrientes necesarios para mantenernos saludables o le alerta si el sistema inmunitario está combatiendo a algún tipo de infección.
Esa comunicación se realiza a través del nervio vago, el nervio craneal más largo, que se prolonga desde el bulbo raquídeo hasta el tórax y que forma parte al sistema nervioso parasimpático. A través de esta vía se intercambian sustancias químicas: hormonas, metabolitos y neurotransmisores como la serotonina, la dopamina, la adrenalina o el triptófano entre otras sustancias.
Para Óscar Fraile, “el nervio vago es un nervio mixto, porque tiene fibras del intestino y mandan información al encéfalo y fibras que van desde el encéfalo hacia el intestino. Lo interesante es que la proporción no es 50-50, sino que la proporción de las fibras intestino-cerebro es de un 80-90% frente a las fibras que van del encéfalo al intestino. La comunicación es claramente intestino-cerebro, de ahí lo bien dado del nombre del segundo cerebro”.
Ante este sistema de comunicación bidireccional, la microbiota es capaz de regular el sistema inmune y la inflamación, promoviendo el buen funcionamiento del sistema nervioso central. Dicho de otra forma, lo que comemos puede influir en la función cerebral y el estado de ánimo, y éste puede influir en cómo recibimos dichos alimentos.
Alteraciones en la composición de la microbiota y la disfunción en el eje microbiota-intestino-cerebro podrían afectar la producción y el equilibrio de estos neurotransmisores, lo que podría tener un impacto en los síntomas del trastorno bipolar.
Según el biólogo Óscar Fraile, “este eje es fundamental para entender la relación cuerpo-mente. Factores como la personalidad, el comportamiento, respuesta frente al estrés, apoyo familiar, trauma de infancia… se deben entender como una parte de un todo. Cuando activamos este eje los pacientes pueden tener una respuesta más sensible al estrés frente a estímulos psicológicos o sociales”.
Algunos estudios señalan que esto refuerza el cambio de paradigma que se está introduciendo en psiquiatría en los últimos años, donde el trastorno bipolar ya no se ve únicamente como un trastorno afectivo, sino que se entiende en el contexto de una desregulación de ejes, de sistemas y de vías de comunicación.
Para Óscar Fraile, el efecto beneficioso que ejercen fármacos que se utilizan para el tratamiento del trastorno bipolar “se explica, en parte, gracias a afectos antimicrobianos o modulares de la microbiota. A consecuencia de estos cambios, parece que los pacientes se benefician de esta terapia”.
Según indica el biólogo, “aún quedan muchos esfuerzos por hacer, pero se está empezando a alcanzar resultados esperanzadores. Hay nuevas líneas de opciones terapéuticas en esta enfermedad como pueden ser la administración de probióticos, prebióticos, simbióticos, lo que consiste en dar al paciente bacterias positivas. Se ha llegado a trasplantar microbiota fecal de un paciente sano a otro enfermo, consiguiendo que la receptora remitió la sintomatología depresiva y maníaca e hipomaniaca”.
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