Traducción de un artículo en The Independent de la Dra. Elizabeth Tyler, del National Institute of Health Research (NIHR) situado en el Spectrum Centre for Mental Health en la Lancaster University.
El trastorno bipolar es un problema de salud mental grave y crónico. Conocido previamente como «depresión maníaca», el término fue estigmatizado y se cambió en las últimas décadas por trastorno bipolar. El Trastorno bipolar I es experimentado por 1 de cada 100 personas y las personas que lo sufren suelen experimentar episodios repetidos de manía y depresión. Por su parte las personas que experimentan Trastorno Bipolar de tipo II no han tenido episodios de manía, pero sí de hipomanía, una forma más leve de la elevación del estado de ánimo, pero con períodos similares de depresión severa.
En la manía las personas experimentan períodos de intensa alegría y euforia. Normalmente hay un enorme aumento de la energía y aunque pueden ser experiencias agradables para el paciente, las consecuencias de sus actos pueden ser catastróficas. Por ejemplo las personas pueden desarrollar planes de negocios ambiciosos debido a su estado de ánimo elevado, pero son incapaces de ver los riesgos y problemas financieros que conllevan. El consumo de drogas y alcohol también es común durante la manía. Mientras que la manía y la hipomanía son las características más reconocibles del trastorno bipolar, en realidad, las personas pasan mucho más tiempo de su tiempo en estado de depresión.
Muchas personas pueden tener largos períodos de estado de ánimo estable entre los episodios de manía y la depresión, aunque a menudo experimentan niveles más leves de los síntomas que también pueden ser angustiantes y afectar a la vida diaria. Un diagnóstico formal se suele dar cuando los episodios del estado de ánimo de una persona afectan negativamente al trabajo o las relaciones personales con familiares o amigos. Sin embargo, muchas personas experimentan altibajos del estado de ánimo sin necesidad de necesitar una atención de salud mental. Cuando se sospecha que una persona puede sufrir trastorno bipolar, es evaluado por un médico y se le realizan una serie de preguntas derivadas de una herramienta de diagnóstico del DSM, de la American Psychiatric Association.
La quinta edición de este manual (DSM-5) ha sido objeto de críticas ya que podría dar lugar a un exceso de diagnóstico tanto en niños como en adultos. En cuanto a los niños, ha habido preocupaciones de que sentimientos como la ira, la ansiedad y la timidez pueden considerarse patologías cuando deberían ser vistos como parte del desarrollo de un niño normal. El DSM-5 ha introducido unos niveles de umbrales más bajos, por lo que es más fácil cumplir con los criterios que se consideran que cumplen una condición de salud mental.
En Reino Unido, el Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia Clínica (NICE) ha desarrollado directrices para el reconocimiento, evaluación y gestión del trastorno bipolar en niños, jóvenes y adultos. Hay recomendaciones específicas para el diagnóstico en niños y jóvenes, ya que la presentación del trastorno bipolar se puede complicar por otras condiciones mentales, como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). El NICE de 2014 recomienda que el diagnóstico de trastorno bipolar en este grupo debe hacerse con precaución y sólo después de un período de seguimiento intensivo por un equipo profesional o multidisciplinario de la salud mental con experiencia. Cualquier intervención requiere plena colaboración con los padres o cuidadores del niño o del adolescente.
Una vez alcanzado un diagnóstico, sigue existiendo la complicación de que no están bien establecidas las diferencias de desarrollo entre la presentación del trastorno bipolar en niños y adultos y cómo puede afectarles el tratamiento y el manejo de la condición mental. Los investigadores han observado que las personas más jóvenes tienden a experimentar estados de ánimo más mixtos, acompañado de irritabilidad, y pueden necesitar más tiempo en mostrar síntomas, a diferencia de los adultos. El NICE de 2014 recomienda que los tratamientos psicológicos estructurados se ofrezcan a los niños, jóvenes y adultos que han sido diagnosticados con el trastorno bipolar. Sin embargo el informe presenta muy poca investigación sobre la eficacia clínica de las intervenciones psicológicas individuales y grupales diseñadas específicamente para los niños y jóvenes con trastorno bipolar.
No habiendo diferencias relacionadas con la edad en la presentación del trastorno bipolar, aún no está claro cómo las intervenciones desarrolladas para una cohorte de más edad pueden ser transferidos a una población más joven. Dado el reciente énfasis en la intervención temprana para las condiciones de salud mental, como la depresión y la psicosis, es crucial que la investigación de los niños y jóvenes con trastorno bipolar también sea prioritaria.