El ritmo de vida ha hecho que la ansiedad, la depresión y otros trastornos mentales aumenten en China, donde pocas personas osan hablar de estas dificultades por miedo a sentirse marginadas socialmente. Durante años, Cracks, una artista de Shanghái, escondió su trastorno bipolar y solo su círculo más cercano estaba al corriente. «La gente piensa que estamos locos, que no podemos integrarnos en la sociedad o que pasamos nuestra vida en el hospital psiquiátrico», declara la joven de 24 años, que no desea dar su nombre real. El contrato de trabajo de su precedente empleo mencionaba explícitamente que cualquier problema mental podía provocar un despido. Por ello, debió esconder sus cambios de humor y sus pensamientos suicidas. Su seudónimo Cracks («fisura» en inglés) viene de sus obras, que percibe como aperturas que «dejan entrar la luz» en su vida, marcada por varias depresiones «dolorosas».
Unos 173 millones de chinos padecen trastornos mentales, según un estudio publicado en 2019 en la revista científica The Lancet. La inmensa mayoría de ellos no sigue ningún tratamiento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 54 millones de chinos están afectados por depresión y 41 millones por ansiedad patológica. El gobierno chino expresó el año pasado su preocupación, y se comprometió a mejorar la sensibilización del público y el acceso a los tratamientos. Pero queda mucho camino por recorrer. La cultura del trabajo es muy fuerte en China y los problemas mentales son a menudo percibidos como una señal de debilidad, subraya Chen Mengyuan, comisario en Shanghái de una exposición sobre este tema, que reúne obras de Cracks y de otros 80 artistas.
La psicoterapia en el país está todavía en un estado muy incipiente, incluso los pacientes son escépticos sobre su eficacia. Suelen mostrarse reacios a ser tratados, por miedo a ser estigmatizados, subraya Luo Gaoyu, una terapeuta de Shanghái. Además, China se enfrenta a una carencia de profesionales. «Hay pocos profesores para un gran número de estudiantes potenciales. Es un problema fundamental» subraya Luo. La salud mental debe convertirse en una prioridad en materia de salud pública, porque, si no es así, las personas afectadas «seguirán sufriendo» y «serán incapaces de vivir y de trabajar correctamente», declara a la AFP un psiquiatra que requiere el anonimato.
El problema no es sencillo en una China donde la urbanización y el desenfrenado ritmo de vida son sinónimos de presión en materia de empleo e ingresos. Los jóvenes son particularmente vulnerables, pues sus padres les empujan a casarse, comprar una vivienda y tener hijos, lo que puede generar ansiedad suplementaria. «Los jóvenes en China son diferentes de los jóvenes en el extranjero» y ocultan a menudo su problemas mentales para evitar las críticas de sus progenitores, destaca la terapeuta Luo Gaoyu. Si hablan de ello a sus padres «es como admitir que no son brillantes, o incluso que no están cuerdos», concluye Chen Mengyuan, la comisaria de la exposición de Shanghái.