El diagnóstico de una enfermedad mental es completamente diferente al de una enfermedad física. No hay ningún análisis de sangre o de orina que pueda identificar perfectamente que el paciente sufra una determinada enfermedad mental y tampoco las radiografías o las resonancias magnéticas nos alertan de forma inmediata que haya algún tipo de trastorno. Se ha sido capaz de identificar algunos marcadores neurológicos que pueden indicar ciertos trastornos, pero como regla general, el diagnóstico de enfermedades mentales se realiza a través de entrevistas y evaluaciones con el paciente. Un médico basa su diagnóstico en los síntomas emocionales, en los informes de problemas sociales o funcionales en su entorno, y en sus propias observaciones acerca de las actitudes y el comportamiento del paciente.
Por si este proceso de diagnóstico no fuera ya de por sí un proceso delicado, muchas enfermedades mentales tienen síntomas similares, con pequeñas diferencias difíciles de diferenciar. Un ejemplo de mal diagnóstico común es el de trastorno bipolar frente al trastorno depresivo mayor. En muchas ocasiones el trastorno bipolar se diagnostica erróneamente como depresión ya que es en esta etapa de la enfermedad cundo la persona va a buscar ayuda y tras describir sus síntomas, el médico puede creer que únicamente tiene síntomas depresivos. El trastorno bipolar afecta solamente el uno por ciento de la población mundial, por lo que los médicos a menudo se les olvida preguntar a los pacientes sobre si sufren procesos de hipomanía, un estado eufórico de hiperactividad.
Este descuido conduce a menudo a que los pacientes obtengan un diagnóstico incorrecto, lo cual es un problema, ya que un correcto diagnóstico es crucial para que reciban el tratamiento que necesitan. Sabiendo esto, los investigadores se propusieron encontrar una prueba más objetiva para identificar la diferencia entre el trastorno bipolar y el trastorno depresivo mayor, y parecen haberlo encontrado.
Los investigadores observaron las muestras de orina de los pacientes que habían sido diagnosticados correctamente con trastorno bipolar o con trastorno depresivo mayor. Ellos combinaron técnicas analíticas para examinar los metabolitos en estas muestras, con la esperanza de encontrar algunos marcadores biológicos que podrían diferenciar a los dos grupos de pacientes. Estos análisis químicos les permitió llegar a los paneles de biomarcadores de todos los pacientes, y encontraron que existen 20 metabolitos que les permitió discriminar el trastorno bipolar de los sujetos con trastorno depresivo mayor. Los pacientes con trastorno bipolar tenían niveles más altos de estos metabolitos, 14 de los cuales «cambiaron significativamente.»
Aunque los investigadores reconocen que el estudio tiene limitaciones, este descubrimiento permite ser optimista para que en el futuro sea fácilmente identificable una enfermedad de la otra una vez que se reconocen los síntomas. Se tendrá que confirmar en futuros estudios que incluyan otro tipo de muestras para asegurarse que los mismos biomarcadores están elevados en los pacientes con trastorno bipolar.