Esta sintomatología hace que muchos pacientes sean inicialmente diagnosticados de depresión ya que van al médico cuando pasan por la fase depresiva de su enfermedad. «Nadie va al médico cuando tiene mucha energía y está muy feliz. Y cuando se les preguntan si han estado eufóricos en el pasado, a veces ni lo recuerdan y sólo tienen presente que han estado mal», ha reconocido este experto. De hecho, Vieta asegura que los pacientes con trastorno bipolar que empiezan con una depresión tardan cuatro años más en ser correctamente diagnosticados que los que debutan con un episodio maniaco.
Además, «el sistema tampoco ayuda» dado que la depresión es atendida por los médicos de Atención Primaria y para ellos supone un «enorme reto con el poco tiempo que tienen en las consultas». Esto también hace que, en ocasiones, sean tratados únicamente con antidepresivos a pesar de que cuando estos fármacos se usan en solitario «favorecen la activación de los genes o mecanismos cerebrales implicados en este trastorno». De hecho, este experto admite que el uso indebido de antidepresivos es uno de los factores que puede estar propiciando un cierto aumento de casos en los últimos años. La mayor parte de este incremento es por el hecho de que ahora se ha mejorado la formación y se diagnostica mejor, pero también se debe a un mayor consumo de ciertas sustancias como el cannabis y a la privación de sueño.
«En España hemos pasado de ser el país de la siesta a eliminarla y seguir acostándonos tarde, lo que hace que durmamos poco, y se sabe que la falta de sueño también activa los genes de la bipolaridad«, según ha destacado. Con respecto al tratamiento, actualmente se basa en la combinación de la psicoterapia y diferentes medicamentos como estabilizadores del estado de ánimo y fármacos antidepresivos o antimaniacos según la fase de la enfermedad. El tratamiento de la manía tiene una eficacia inicial del 70% y puede alcanzar al 95% al cabo de varios intentos, mientras que el tratamiento de la depresión tiene una eficacia de un 65%, lo que hace que «en términos generales haya una mitad de pacientes que van bien y otra mitad que van bien pero tienen dificultades de adaptación social», concluye.