La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la depresión como «un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración». En el mundo más de 350 millones de personas padecen este trastorno que, según la misma organización, en 20 años superará al cáncer como enfermedad que más afecte a los seres humanos.
Buscar los motivos por los que una persona sufre depresión puede convertirse en una ardua tarea, más aún si tenemos en cuenta elementos tan desconocidos para la mente humana como la genética o los trastornos de cada individuo. En general, lo cierto es que las enfermedades mentales aislan a los pacientes del mundo. La escritora norteamericana Sylvia Plath lo describía como «una campana de cristal» que nadie salvo el afectado puede sentir e impide su comunicación con el resto del mundo.
Como última alternativa, muchos de los afectados ven el suicidio como la única salida a su sufrimiento. Anualmente, más de 800 000 personas se quitan la vida y muchas más intentan hacerlo. Cada suicidio es una tragedia que afecta a familias, comunidades y países y tiene efectos duraderos para los allegados del suicida. El suicidio no sólo se produce en los países de altos ingresos, sino que es un fenómeno global que afecta a todas las regiones del mundo. De hecho, en 2012, el 75% de los suicidios en todo el mundo tuvieron lugar en países de ingresos bajos y medianos. El suicidio es un grave problema de salud pública; no obstante, es prevenible mediante intervenciones oportunas, basadas en datos fidedignos y a menudo de bajo coste.
Existen numerosos mecanismos para ayudar a los mismos, como el «Teléfono de la Esperanza«, un recurso gratuito y anónimo que permite a cualquier persona expresar sus miedos y preocupaciones a la vez que descubrir un apoyo para encontrar soluciones.
«Intentamos reducir la ansiedad y hablar con el usuario para hacerle ver que puede existir otra salida», explica a ABC Cándido Sánchez, responsable de comunicación del Teléfono de la Esperanza en Toledo, aunque admite que «este es solo el primer paso». En 2014 se incrementaron un seis por ciento las llamadas de personas al límite de la desesperación. «Lo mismo que si a una persona le duele el estómago debe ir a un especialista, si una persona no sabe afrontar una realidad debe acudir a psicólogos o psiquiatras». Las diferentes delegaciones del Teléfono de la Esperanza en España han realizado actividades para conmemorar el Día Mundial de la prevención del suicidio que se conmemora cada 10 de septiembre y así tratar de ayudar en la prevención.
Este año se pretende sensibilizar a la sociedad e invitar a la reflexión, resaltando el papel clave que juega el interés y la preocupación por las personas vulnerables en la prevención del suicidio, tal y como queda reflejado en el lema de este año: “Prevenir el suicidio: Tender la mano y salvar vidas».