Woman wearing casual sweater on background covering eyes with hands and doing stop gesture with sad and fear expression
El término “síndrome del impostor” fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline R. Clance y Suzanne A. Imes en su estudio “El fenómeno impostor en mujeres de alto rendimiento: Dinámica e intervención terapéutica”, cuyo trabajo lo enfocaron inicialmente en mujeres con carreras de alto rendimiento.
Se trata de un fenómeno psicológico en el que las personas que lo sufren creen que sus logros son fruto de un golpe de suerte y no de su esfuerzo y valía, pilar fundamental de una autoestima saludable. Piensan que les va bien en la vida por haber conseguido engañar a otros y eso hace que desarrollen un miedo constante a ser descubiertos ante ese fraude.
Según una investigación publicada en el ‘International Journal of Behavioral Science’, se estima que el 70% de las personas experimentan el síndrome del impostor en algún momento de sus vidas.
El síndrome del impostor no se trata de un trastorno clínico al no encontrarse clasificado en ningún tratado médico, pero está directamente relacionado con una baja autoestima por parte de la persona que lo sufre y, por lo tanto, nunca se consideran capaces. Bajo este término se han agrupado una serie de síntomas clínicos que causan malestar emocional:
Según un informe realizado por el Access Commercial Finance en Reino Unido, confirmó que los hombres tienen un 18% menos de probabilidades que las mujeres de padecerlo. Este mismo estudio reveló que dos tercios de las mujeres afirmaban haberlo experimentado y que las críticas eran la principal causa por la que las mujeres se ven a sí mismas como un fraude.
En este tipo de trastorno psicológico, no es una cuestión biológica, sino educacional, que puede venir dado de patrones familiares o estereotipos en los que hayan sido educadas. Existen tanto causas internas de índole psicológica, como causas externas de índole socio cultural. La mayor prevalencia en las mujeres puede venir dada por las presiones socioculturales que existen para conjugar la vida profesional y la vida familiar.
Esto sentimiento de ser un fraude puede llegar a convertirse en un obstáculo para el desarrollo profesional. Tal y como muestra un estudio de la Universidad de Salzburgo (Austria), la mayoría de las personas que lo sufren ven limitada su carrera profesional, suelen tener sueldos más bajos, menos progresión que compañeros con capacidades y experiencia similares y mayor incapacidad para la búsqueda de nuevos empleos.
Para superar el síndrome del impostor es esencial trabajar la autoestima, la seguridad y la autoconfianza:
Las personas perfeccionistas y autocríticas, con miedo al fracaso y que se autopresionan mucho tienen mayor riesgo de padecer este síndrome. Superarlo puede no ser fácil y puede requerir ayuda. Es algo que la persona lleva arrastrando muchos años, a veces desde la niñez.
En muchas ocasiones, estas personas acaban con un cuadro de ansiedad o de depresión, como consecuencia de esta sintomatología, por lo que es importante recibir ayuda por parte de un profesional para tratar esas creencias distorsionadas.