Bailar es una de esas cosas que en general solo se realizan con el fin de divertirse y pasarlo bien. Pero, a diferencia de muchas otras actividades que se hacen solo por placer, bailar tiene además beneficios para la salud, sobre todo en las personas mayores. Y no hace falta invertir dinero: solo poner música y empezar a moverse y disfrutar.
Esos beneficios se relacionan no solo con la actividad física que la danza representa, sino también con cuestiones mentales y emocionales vinculadas a esta práctica y lo que la rodea. Los expertos lo saben desde hace tiempo y por eso lo recomiendan, y muchos trabajos científicos lo han corroborado.
En lo que se refiere al cerebro, el baile tiene efectos favorables, a punto tal de que algunos expertos lo utilizan en tratamientos contra el mal de Parkinson. Así lo explica un artículo publicado por el Departamento de Neurobiología de la prestigiosa Universidad de Harvard, Estados Unidos. El trabajo cita además un estudio de la Universidad de Columbia, en Nueva York, que destaca el «doble beneficio» de esta actividad: mientras el baile en sí mismo activa los circuitos motores y sensoriales del cerebro, la música estimula los centros de gratificación del principal órgano del cuerpo humano. Es por eso que las canciones nos hacen sentir bien.
De acuerdo con los expertos de Harvard, el baile reduce el estrés, incrementa los niveles de serotonina, la llamada «hormona del bienestar», y ayuda a desarrollar nuevas conexiones neuronales, «especialmente en regiones vinculadas con las funciones ejecutivas, la memoria de largo plazo y el reconocimiento espacial». La necesidad de aprender los pasos de la danza y de ajustar la coordinación rítmica son claves para desarrollar estos beneficios.
Más aún: un estudio de 2003 buscó posibles relaciones entre varias actividades intelectuales y físicas y el riesgo de padecer demencia a edad avanzada. El trabajo incluyó a casi 500 personas de entre 75 y 85 años. Determinó que, de las seis actividades intelectuales analizadas, los riesgos más bajos de demencia aparecían en las personas que realizaban tres: leer, jugar a juegos de mesa y tocar instrumentos musicales.
En cambio, de las once actividades físicas tomadas en cuenta para el estudio, solo una manifestó ese vínculo positivo con un riesgo bajo de demencia. Esa única actividad fue el baile. Y no lo fueron deportes clásicos, como la natación, la caminata, el golf o el tenis.
Un antidepresivo natural
Casi por definición, el baile también implica salir de casa y socializar, lo cual genera también otras consecuencias positivas: combatir la timidez, la soledad y el estrés y, por ende, la tendencia a la depresión. La llamada terapia de movimiento de danza (conocida como DMT, por sus siglas en inglés) es utilizada con mucha frecuencia por psicólogos y psiquiatras en el tratamiento de la depresión, no solo en el caso de adultos mayores, y está claro que sus resultados son positivos.
«Incorporar DMT a los tratamientos tradicionales es beneficioso para los pacientes con depresión», afirman las conclusiones de un estudio publicado en 2015 por científicos de la Universidad de Jyväskylä, Finlandia. «Estos resultados -continúa el texto- fomentan el uso de intervenciones terapéuticas creativas, interactivas, psicofísicas y experimentales en el tratamiento de la depresión«.
Y la lista de beneficios continúa: el baile estimula la circulación sanguínea, mejora el funcionamiento de las articulaciones, y en última instancia siempre mejora el ánimo y el humor. Es una especie de antidepresivo natural que además previene otros problemas y carece de efectos secundarios y contraindicaciones (salvo la de no excederse en el esfuerzo físico, lo cual podría derivar en alguna lesión).
De modo que la conclusión parece evidente: a todos los adultos mayores que puedan bailar les conviene hacerlo. Su calidad de vida sin duda se lo agradecerá.