Nuestras células mueren y son remplazadas por otras nuevas todo el tiempo. Nuestra piel cambia por completo cada dos semanas, nuestros pulmones cada dos meses, las uñas cada seis meses, los huesos cada dos años. Estamos todo el rato en obras.
Hasta hace relativamente poco se creía que la excepción a esta regla era el cerebro. Creíamos que esa resaca nos había costado unos cuantos millones de neuronas, perdidas para siempre pero resulta que no es así.
Los primeros científicos que estudiaron el sistema nervioso y las neuronas, como Santiago Ramón y Cajal, creían que las neuronas adultas no se podían regenerar como otros tejidos. Hasta los años 60 no se descubrió que sí, y a pesar de todo hasta los 90 ni siquiera se hizo mucho caso al descubrimiento.
La ventaja de la ciencia es que se actualiza. Hoy sabemos que nuevas neuronas pueden crecer y sustituir a las que han caído. Este proceso se llama neurogénesis adulta, creación de nuevas neuronas. Se diferencia así del desarrollo del cerebro en la infancia. Además no solo es un sistema de mantenimiento y reparación de daños. En realidad es parte del funcionamiento cotidiano de nuestro cerebro. Si no se crean nuevas neuronas, nuestra mente enferma.
La neurogénesis en adultos se produce solo en dos áreas: el hipotálamo y la zona subventricular. Por qué solo ahí es algo que todavía no se comprende bien, pero la parte más interesante es sin duda el hipocampo. Esta pequeña región en el centro del cerebro se encarga nada menos que de formar nuestros recuerdos, controla el aprendizaje y gestiona las emociones. Esto incluye la memoria a corto plazo, la memoria a largo plazo y la memoria espacial, esa que nos permite orientarnos.
En el Alzheimer es el hipocampo la primera región que resulta dañada, y los síntomas son conocidos: pérdida de memoria y desorientación. En el hipocampo de los adultos sanos se crean 700 nuevas neuronas cada día. Parecen pocas comparadas con los 100.000 millones de neuronas del cerebro, pero todo indica que necesitamos esas nuevas neuronas para formar recuerdos por asociación.
Además se ha podido comprobar que la formación de nuevas neuronas en el hipocampo es necesaria para regular el estado de ánimo. Si no hay neurogénesis, se produce depresión, y a la inversa, la depresión y el estrés inhiben la neurogénesis. Estar deprimidos mata, literalmente, nuestras neuronas. Más aún, si no se regeneran las neuronas, los antidepresivos no hacen efecto.
La neurogénesis parece está regulada por nuestro entorno. No es extraño que estos sean los factores que impiden la correcta regeneración de las neuronas:
Si hay cosas que frenan la regeneración de las neuronas y nos ponen enfermos, también hay otras que la estimulan. Estas son las más importantes: