«La mitad o un poco más de los enfermos de esquizofrenia no son conscientes de que la sufren», asegura el psiquiatra Fernando Cañas, del Hospital Rodríguez Lafora de Madrid. Este hecho es uno de los que influye en otra característica de esta patología: «Tenemos que tratar a gente que no asume que está enferma», explica Cañas, y ello se cobra un precio en su recuperación. Aunque la esquizofrenia no tiene cura, sí que se puede controlar con medicación. «Se puede recuperar más del 90% de la funcionalidad después del primer brote» con un adecuado control médico, pero «solo el 40% sigue bien el tratamiento después del primer episodio«. El resultado pueden ser nuevas recaídas que, cada una, crea un daño mayor y restan más aptitudes y actitudes a los enfermos, como dijo José Manuel Olivares, psiquiatra del Hospital Universitario de Vigo.
La esquizofrenia ni tiene una causa conocida, y sus medicamentos son «para tratar síntomas», explicó Jerónimo Sáiz, jefe de Psiquiatría del hospital Ramón y Cajal de Madrid. Pero quizá su principal característica es que se trata de una enfermedad neurodegenerativa que afecta a personas jóvenes. Lo normal es que el primer episodio ocurra a finales de la segunda década o a principios de la tercera década de vida, entre los 18 y los 25 años. Un tercio de los afectados solo experimentarán un episodio; otro tercio, la controlarán, y el último tercio tendrá sucesivas recaídas, dijo Sáiz. Y esto le da características especiales. Se interrumpe la vida en un momento crítico, como explicó Maribel Rodríguez, presidenta de Feafes Empleo. La persona entra en un círculo sanitario-sociosanitario-familiar que va en paralelo al que le correspondería por su edad, que sería un contexto formativo-laboral. Solo el 15% de los afectados por la esquizofrenia en España tiene trabajo, solo el 35% lo busca y una parte de ellos (unas 2.500 personas) está ocupado en centros especiales de empleo. «En siete años se deteriora el 70% de su capacidad social», añade Olivares.
«El empleo es el mejor tratamiento». Y el primer freno a la discriminación, dice Rodríguez. Pero hay estereotipos, como la agresividad, la falta de capacidad, la imposibilidad de adaptarse al estrés del trabajo, que les impide integrarse, afirmó el psiquiatra del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias de la Salud Baleares Miquel Roca. Y el estigma lleva a una «peor búsqueda de tratamiento».