El concepto de esquizofrenia como término para expresar una patología cada vez tiene mayores detractores. Tener un diagnóstico de esquizofrenia se asocia con una reducción de la expectativa de vida de casi dos décadas y según algunos estudios médicos basados en este concepto, sólo una de cada siete personas se recupera. A pesar de los avances anunciados en los tratamientos, sorprendentemente, la proporción de personas que se recuperan no ha aumentado con el tiempo. Parte del problema tal y como asegura Simon McCarthy-Jone, Profesor Asociado en Psicología Clínica y Neuropsicología de la Trinity College de Dublin con los argumentos que se citan en este artículo de The Conversation, resulta ser el concepto de la propia esquizofrenia.
De hecho, un error pasado ha sido confundir uno de las posibles causas que conducen a la enfermedad con la causa más importante que la desemboca. Por ejemplo, sobre la base de su trabajo sobre el parásito Toxoplasma gondii , que se transmite a los humanos a través de los gatos, los investigadores Fuller Torrey y Robert Yolken han argumentado que “el agente etiológico más importante que causa la esquizofrenia puede llegar a ser el contagio con un gato». Y sin duda es uno de los motivos menos importantes e improbables. La evidencia sugiere que la exposición a Toxoplasma gondii cuando se es joven puede aumentar las probabilidades de que alguien sea diagnosticado con esquizofrenia. Sin embargo, el tamaño de este efecto implica únicamente un pequeño aumento en las probabilidades de que alguien sea diagnosticado con esquizofrenia. Esto es, en el mejor de los casos, comparable a otros factores de riesgo, y probablemente mucho menor.
Por ejemplo, sufrir efectos traumáticos en la niñez , consumir cannabis y tener infecciones virales en la infancia en el sistema nervioso central , aumenta la probabilidad de que alguien se diagnostique con un trastorno psicótico (como la esquizofrenia) de dos a tres veces más que si no hubiesen tenido estos factores. En comparación con los usuarios que no consumen cannabis, fumar a diario de cannabis de alta potencia se asocia con un aumento de cinco veces mayor en las probabilidades de que alguien desarrolle psicosis. En comparación con alguien que no ha sufrido traumas, los que han sufrido cinco diferentes tipos de trauma (incluyendo el abuso sexual y físico) ven sus probabilidades de desarrollar psicosis aumentar más de cincuenta veces .
También se están identificando otras vías hacia la «esquizofrenia». Alrededor del 1% de los casos parecen provenir de la supresión de un pequeño tramo de ADN en el cromosoma 22, denominado síndrome de deleción 22q11.2. También es posible que un bajo porcentaje de un solo dígito de las personas con un diagnóstico de esquizofrenia puede tener sus experiencias fundamentadas en la inflamación del cerebro causada por trastornos autoinmunes, como la encefalitis del receptor anti-NMDA , aunque esto sigue siendo controvertido.
Todos los factores anteriores podrían conducir a experiencias similares, que hemos puesto en un cajón de sastre llamado esquizofrenia. Las experiencias de una persona pueden ser resultado de un trastorno cerebral con una base genética fuerte, potencialmente impulsado por una exageración del proceso normal de poda de conexiones entre las células cerebrales que ocurre durante la adolescencia. Las experiencias de otra persona pueden deberse a una compleja reacción post-traumática. Tales factores internos y externos también podrían funcionar en combinación. De cualquier manera, resulta que los dos campos extremos en las guerras de los que estudian la esquizofrenia – aquellos que lo ven como un desorden de neurodesarrollo basado en la genética y aquellos que lo ven como una respuesta a factores psicosociales – tenían partes igual de validas del rompecabezas. La idea de que la esquizofrenia era una sola cosa, a la que se llega por una sola ruta, contribuyó a este conflicto.
Muchos trastornos médicos, como la diabetes y la hipertensión, pueden alcanzarse por múltiples vías que sin embargo afectan las mismas vías biológicas y responden al mismo tratamiento. La esquizofrenia podría ser así. De hecho, se ha argumentado que las muchas causas diferentes de la esquizofrenia discutidas anteriormente pueden tener un efecto final común: niveles aumentados de dopamina. Si es así, el debate sobre la ruptura de la esquizofrenia por factores que conducen a ella sería algo académico, ya que no guiaría el tratamiento. Sin embargo, hay evidencia emergente de que diferentes rutas a experiencias que actualmente se considera indicativas de esquizofrenia pueden necesitar diferentes tratamientos.
La evidencia preliminar sugiere que las personas con antecedentes de traumas en la infancia que son diagnosticadas con esquizofrenia tienen menos probabilidades de responder positivamente a los fármacos antipsicóticos. Sin embargo, se necesita más investigación sobre ello y, por supuesto, cualquier persona que toma antipsicóticos no debe dejar de tomarlos sin consejo médico. También se ha sugerido que si algunos casos de esquizofrenia son en realidad una forma de encefalitis autoinmune, entonces el tratamiento más efectivo podría ser la inmunoterapia (como los corticosteroides) y el intercambio de plasma (lavado de la sangre).
Sin embargo, el panorama emergente no es claro. Algunas nuevas intervenciones, como el enfoque de diálogo abierto basado en la terapia familiar conocido también como terapia sistémica, son prometedoras para una amplia gama de personas con diagnósticos de esquizofrenia. Pueden ser necesarias intervenciones generales y específicas, adaptadas a la ruta personal de una persona a las experiencias asociadas con la esquizofrenia. Esto hace que sea fundamental preguntar a la gente sobre todas las causas potencialmente relevantes. Esto incluye el abuso infantil, que todavía no se está preguntando y identificando rutinariamente a los pacientes que desarrollan la enfermedad.
El potencial de diferentes tratamientos para trabajar para diferentes personas explica las guerras de la esquizofrenia. El psiquiatra, el paciente o la familia que ven efectos benéficos dramáticos de los fármacos antipsicóticos abogan naturalmente por este enfoque. El psiquiatra, el paciente o la familia que ven que los medicamentos no funcionan, pero los enfoques alternativos parecen ayudar, los elogian. Esa apasionada defensa por los métodos que les han funcionado previamente a los profesionales lleva que a las personas se les niegue un enfoque que podría funcionar para ellos.
Con esto no se quiere decir que el concepto de esquizofrenia no tenga utilidad. Muchos psiquiatras todavía lo ven como un síndrome clínico útil que ayuda a definir un grupo de personas con claras necesidades de salud. Aquí se considera que define una biología que aún no se entiende, pero que comparte una base genética común y sustancial en muchos pacientes. Algunas personas que reciben un diagnóstico de esquizofrenia lo encontrarán útil . Puede ayudarles a tener acceso al tratamiento. Puede mejorar el apoyo de familiares y amigos. Puede dar un nombre a los problemas que tienen. Puede indicar que están experimentando una enfermedad y no un fracaso personal. Pero por supuesto, muchos otros pacientes no encuentran este diagnóstico útil. Necesitamos retener los beneficios y descartar los aspectos negativos del término esquizofrenia, a medida que pasamos a una era posterior a la esquizofrenia.
Japón recientemente renombró la esquizofrenia como «trastorno de integración». Hemos visto la idea de un nuevo «trastorno del espectro de la psicosis». Sin embargo, históricamente, se ha argumentado que la clasificación de las enfermedades en psiquiatría es el resultado de una lucha en la que «ganó el profesor más famoso y articulado». El futuro debe basarse en pruebas y en una conversación que incluya las perspectivas de las personas que sufren estas experiencias. Lo que emerge de las cenizas de la esquizofrenia, debe proporcionar mejores maneras de ayudar a aquellos que luchan con experiencias muy reales.