Algunos fármacos antiinflamatorios que se utilizan para tratar enfermedades sistémicas autoinmunes (como la artritis reumatoide o la psoriasis) han mostrado una posible utilidad en la depresión. O al menos eso se deduce tras la lectura de una revisión dirigida por la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, que confirma el vínculo entre salud mental e inmunidad. En concreto, investigadores del Departamento de Psiquiatría de Cambridge han analizado los datos de 20 ensayos clínicos en los que se ha hecho uso de anticitoquinas para tratar una variedad de enfermedades inflamatorias autoinmunes. Al observar los efectos secundarios beneficiosos adicionales de los tratamientos, los científicos demostraron que hubo un significativo efecto antidepresivo de estos fármacos, en comparación con un placebo, sobre la base de un metanálisis de siete ensayos.
Incluso cuando estamos sanos, nuestros cuerpos segregan citoquinas que se elevan en respuesta a la infección de forma exponencial. El trabajo previo del equipo británico encontró que los niños con altos niveles cotidianos de uno de estos marcadores corren mayor riesgo de desarrollar depresión y psicosis en la edad adulta, lo que sugiere un papel del sistema inmune, en particular de la inflamación sistémica crónica de bajo grado, en la enfermedad mental. Hace poco, se han desarrollado nuevos tipos de fármacos antiinflamatorios llamados anticuerpos monoclonales anticitoquina e inhibidores de citoquinas, algunos de los cuales se utilizan de forma habitual para los pacientes que responden mal a los tratamientos convencionales en patologías sistémicas autoinmunes. Otros muchos se encuentran, en la actualidad, en fase de ensayos clínicos para probar su eficacia y seguridad.
El equipo de investigadores llevó a cabo un metanálisis de estos ensayos clínicos y se encontró con que los fármacos consiguieron una mejora en la gravedad de los síntomas depresivos con independencia de las mejorías logradas en la enfermedad física. En otras palabras, con independencia de si un medicamento trató con éxito la artritis reumatoide, por ejemplo, se observó que servía para mejorar los síntomas depresivos del paciente, como detallan los autores del trabajo en el artículo, que ha sido publicado en Molecular Psychiatry. Golam Khandaker, quien dirigió el estudio, ha explicado que “cada vez está más claro que la inflamación juega un papel en la depresión, al menos para algunos individuos, y ahora nuestra revisión sugiere que puede ser posible tratar a estas personas mediante el uso de algunos antiinflamatorios no esteroideos que no son fármacos antiinflamatorios cotidianos como el ibuprofeno, sino una nueva clase particular de fármacos”.
En todo caso estos fármacos antiinflamatorios se postulan como una esperanza para pacientes en los que los antidepresivos actuales resultan ineficaces. Todos los antidepresivos actualmente disponibles apuntan a un determinado tipo de neurotransmisor, pero un tercio de los pacientes no responde a estos fármacos. “Ahora estamos entrando en la era de la Medicina personalizada, en la que podemos adaptar los tratamientos a los pacientes individuales. Este enfoque está empezando a mostrar éxito en el tratamiento de los cánceres y es posible que, en el futuro, usemos fármacos antiinflamatorios en Psiquiatría para ciertos pacientes con depresión”, concluye.