Los investigadores saben desde hace tiempo que la amígdala es anormalmente grande en los niños con autismo en edad escolar, pero se desconocía exactamente cuándo ocurre ese agrandamiento. La amígdala es una pequeña estructura en lo profundo del cerebro importante para interpretar el significado social y emocional de la información sensorial, desde reconocer la emoción en los rostros hasta interpretar imágenes aterradoras que nos informan sobre los peligros potenciales en nuestro entorno. Históricamente, se ha pensado que la amígdala desempeña un papel destacado en las dificultades con el comportamiento social que son fundamentales para el autismo.
Un grupo de investigadores de la Red de Estudios de Imágenes Cerebrales Infantiles (IBIS) utilizaron imágenes por resonancia magnética. Según sus conclusiones, publicadas en el Diario Americano de Psiquiatría, el crecimiento excesivo comienza entre los seis y los 12 meses de edad, antes de la edad en que emergen por completo los comportamientos distintivos del autismo, lo que permite el diagnóstico más temprano de esta afección.
El estudio ha demostrado que los bebés que desarrollan autismo no muestran diferencias en el tamaño de su amígdala a los seis meses. Sin embargo, su amígdala comienza a crecer más rápido que otros bebés (incluidos los que tienen el síndrome de X frágil y los que no desarrollan autismo), entre los seis y los 12 meses de edad, y se agranda significativamente a los 12 meses. Este agrandamiento de la amígdala continúa durante 24 meses.
También se descubrió que la tasa de crecimiento excesivo de la amígdala en el primer año está relacionada con los déficits sociales del niño a los dos años. Cuanto más rápido creció la amígdala en la infancia, más dificultades sociales mostró el niño cuando se le diagnosticó autismo un año después.
Estudios anteriores han revelado que los déficits sociales que son un sello distintivo del autismo no están presentes a los seis meses de edad, los bebés que desarrollan autismo tienen problemas cuando son bebés con la forma en que prestan atención a los estímulos visuales en su alrededores. Los autores plantean la hipótesis de que estos problemas tempranos con el procesamiento de la información visual y sensorial pueden generar un mayor estrés en la amígdala, lo que lleva a un crecimiento excesivo de la misma.