Los antipsicóticos atípicos o de segunda generación son mejores que los antipsicóticos de primera generación para mejorar la calidad de vida de pacientes con esquizofrenia, señala un nuevo estudio. «Nuestro estudio añade evidencia al debate en torno a si los antipsicóticos desarrollados en las últimas dos décadas representan una ventaja con respecto a los compuestos desarrollados en la primera década de la era de los antipsicóticos», señalan los autores, dirigidos por el Dr. Gerhard Gründer, del Departamento de Psiquiatría, Psicoterapia y Psicosomática, en la Universidad RWTH Aachen, Alemania. «Los compuestos más nuevos podrían de hecho proporcionar algún beneficio en términos del bienestar subjetivo para un número considerable de pacientes«. El estudio fue publicado en The Lancet Psychiatry.
El Estudio Estrategia con Neurolépticos (NeSSy) fue realizado en 14 hospitales universitarios y estatales de psiquiatría en Alemania e incluyó a pacientes adultos que precisaban iniciar tratamiento o un cambio en el mismo debido a un antecedente de respuesta insuficiente al tratamiento o intolerabilidad. Los investigadores asignaron al azar a los pacientes para que recibieran tratamiento con un antipsicótico de primera generación o un antipsicótico de segunda generación. Escogieron dos de primera generación (flupentixol y haloperidol) y tres de segunda generación (aripiprazol, olanzapina y quetiapina) para utilizar en el estudio. Estos cinco fármacos fueron seleccionados en virtud de que proporcionan heterogeneidad farmacológica máxima dentro de su clase, señalan los autores.
El diseño del estudio permitió cierta adaptación del tratamiento al paciente de manera individual y a la vez mantuvo la distribución aleatoria y el anonimato. Los médicos podían seleccionar dosis de acuerdo con las necesidades clínicas de los pacientes. Se permitió el uso de fármacos no psicoactivos durante todo el estudio para tratar otros trastornos médicos. Todos los tratamientos continuaron durante 24 semanas o hasta el fracaso de la respuesta terapéutica o hasta que ocurriesen efectos adversos importantes o no tolerables y se efectuó un seguimiento a los pacientes durante 24 semanas después del cese del tratamiento. El criterio principal de valoración fue el cambio en las puntuaciones totales de la calidad de vida, de acuerdo a la evaluación mediante dos instrumentos: la autoevaluación de un cuestionario a través de la suma del resumen de los componentes físicos y mentales; y la escala de Impresión Clínica Global de Mejoría realizada por los profesionales. También se utilizaronon para criterios secundarios de valoración otras escalas de evaluación y de tolerabilidad.
De los 149 pacientes que fueron asignados de manera aleatoria, 136 (91%) recibieron al menos una dosis del fármaco del estudio. De estos, a 63 de le dio un antipsicótico de primera generación y a 73 un antipsicótico de segunda generación. De los 136 pacientes, 76% terminaron prematuramente el tratamiento ― 83% de los que recibieron un antipsicótico de primera generación y 71% de los que recibieron un antipsicótico de segunda generación ―. En los dos grupos, la proporción de los pacientes que desertaron a causa de una respuesta insuficiente al tratamiento fue mayor que la proporción de los que lo suspendieron a causa de efectos adversos. La media de los valores de mejora del bienestar fue significativamente más alta en el grupo con antipsicóticos de segunda generación que en el grupo con antipsicóticos de primera generación en todos y cada uno de los factores evaluados -físicos y emocionales-.