Mantener la rutina de comidas y descansos, contar con el apoyo de familiares y amigos para descargar al cuidador principal y sopesar bien la realización de un viaje con un enfermo de Alzheimer son algunas de las recomendaciones que la Fundación Pasqual Maragall ha elaborado de cara a las vacaciones. Las alteraciones de los hábitos diarios pueden afectar a las personas que padecen Alzheimer por lo que las vacaciones han de tener como objetivo garantizar el bienestar de los enfermos y de sus cuidadores, que deberían disponer de un tiempo de descanso y espacio para su propio ocio.
La Fundación Pasqual Maragall ha elaborado este año una lista de consejos para las personas que pasarán las vacaciones cuidando a enfermos de Alzheimer, entre los que resalta el que se cuente con el apoyo de familiares y amigos para facilitar que el cuidador principal pueda tener también un periodo de descanso. Los expertos recomiendan no romper del todo con las rutinas, especialmente con los horarios de comidas o las horas de sueño, como la siesta.
A menudo, las personas con Alzheimer se muestran ansiosas ante la expectativa de un viaje, un cambio de entorno o una alteración del día a día, por lo que, para minimizar esta situación, es preferible no anticipar los planes con mucho tiempo, se recomienda. Dependiendo del grado de deterioro del enfermo, la implicación del mismo en la toma de decisiones o en la organización de las vacaciones deberá ser mayor o menor, aunque la Fundación aconseja que «siempre se le ha de hacer partícipe de alguna manera».
«Lo más idóneo sería llegar a acuerdos y, juntamente con las personas involucradas en las vacaciones, gestionar la situación para que quien padece Alzheimer no se vea forzado en exceso», ha precisado la doctora Sandra Poudevida, psicóloga de la Fundación Pasqual Maragall. Los primeros días de vacaciones, que a menudo suponen un cambio de casa o habitación, se pueden dedicar a trabajar con los enfermos la ubicación de las habitaciones, de la casa y de la zona en la que se encuentra. Durante la noche, una luz encendida puede evitar accidentes provocados por la desorientación, y para facilitar la adaptación, la persona con Alzheimer puede llevar con ella algún objeto familiar que forme parte de su entorno cotidiano, como una foto, su cojín o el cubrecama.
La Fundación desaconseja llenar la agenda de compromisos y propone planificar pocas actividades e ir ampliando a otras si se dispone de tiempo y el enfermo reacciona bien. Es recomendable también proveer al enfermo de algún elemento que facilite su identificación, como una tarjeta, pulsera o medalla con su nombre y un número de teléfono de contacto. Si se opta por pasar las vacaciones en el pueblo, es importante que las personas del entorno conozcan el estado del enfermo de Alzheimer y reciban algunas indicaciones básicas sobre cómo relacionarse con él, lo que evitará situaciones incómodas o no previstas.
En el caso de que la persona que padece Alzheimer vaya a casa de sus hijos, se deberían evitar los cambios de entorno frecuentes y que la rutina sea la misma. En la fase leve de la enfermedad, viajar no acostumbra a ser un problema pero, a partir de la fase moderada, ya no es tan recomendable porque las exigencias y cambios asociados a los viajes pueden favorecer la confusión de la persona con Alzheimer. «En todo caso, un viaje es una decisión que se ha de sopesar mucho y organizar muy detalladamente para prever las necesidades o posibles situaciones imprevistas y asegurarse de que se contará con todo el apoyo que se precise», ha considerado la doctora Poudevida. También es aconsejable avisar al personal de la compañía aérea o del hotel de la condición de la persona para poder recurrir fácilmente a su ayuda en caso necesario.