En los últimos años, las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) han ido tomando protagonismo en nuestra vida diaria. En la actualidad, un gran porcentaje de las personas tiene acceso a ella y su uso se ha generalizado.
El objetivo principal de las nuevas tecnologías es el de facilitarnos nuestro día a día, sin embargo, el uso excesivo, sin límites e incontrolado puede producir, en las personas más vulnerables, un síndrome clínico con características similares a las conocidas “adicciones químicas”. Ello puede tener como consecuencia que dicho abuso interfiera en el desarrollo de las obligaciones de la vida diaria e incluso conllevar problemas físicos, psicológicos y sociales de quienes lo padecen.
El uso problemático de las TIC ha trascendido la consideración de trastorno del control de impulsos para encuadrarse dentro de las adicciones comportamentales. Las adicciones comportamentales, sociales o sin sustancia son un tipo de adicciones en relativas al comportamiento de la persona en las que no existe una sustancia cuya química esté directamente relacionada con el abuso y dependencia, como el alcohol o las drogas.
Según datos del gobierno de España, en el Informe sobre Adicciones Comportamentales, el 20% de la población entre los 14 y los 18 años realiza un abusivo de las nuevas tecnologías.
Un estudio realizado por la Cátedra para el Desarrollo Social de la Universidad Camilo José Cela (UCJC), encontró una alta prevalencia de problemas relacionados con el uso inadecuado de las nuevas tecnologías en estudiantes de cuarto curso de la ESO (15 y 16 años), entre los que destacaban:
Las señales de alarma son aquellos indicadores de falta de normalidad que pueden evidenciarse en la vida de los jóvenes, que pasan de ser poco habituales a presentarse de manera recurrente y sostenida en el tiempo.
Las adicciones conductuales o no tóxicas comparten los mismos patrones de conducta típicos de una adicción:
Entre las repercusiones más destacadas al uso inadecuado de las TIC se encuentran la baja calidad del sueño, modificación del patrón del apetito, menos atención por la higiene o dificultades para la sociabilización cara a cara, disminución del rendimiento académico, pérdida de noción del tiempo o desarrollo de un miedo irracional a estar sin teléfono móvil o que no esté operativo (cobertura o batería).
Según el artículo de Enrique Echeburúa y Paz de Corral, “Adicción a las nuevas tecnologías y a las redes sociales en jóvenes: un nuevo reto”, hay personas más vulnerables que otras a las adicciones, por ciertas características de su personalidad o sus estados emocionales.
Según los autores, a nivel demográfico, los adolescentes constituyen un grupo de riesgo ya de por sí, porque tienden a buscar sensaciones nuevas y son los que más familiarizados a las nuevas tecnologías.
Algunos de los factores de riesgo que se han descrito para las adicciones a las TIC son:
La adicción a las nuevas tecnologías es un fenómeno relativamente nuevo, por lo que es demasiado pronto para saber con certeza el número personas que pueden tener ese problema. El apoyo familiar y la búsqueda de ayuda por parte de un profesional se hace indispensable para poder superar este tipo de conducta.